III Domingo de Cuaresma

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🌿🕯️Primera Lectura

🌿🕯️Lectura del libro del Éxodo 17, 3-7

En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: «¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?»

Clamó Moisés al Señor y dijo: «¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.»

Respondió el Señor a Moisés. «Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.»

Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la reyerta de los hijos Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: «¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?»

Palabra de Dios.

Te alabamos Señor


🌿🕯️Salmo

Sal 94,1-2.6-7.8-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. R/.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.


🌿🕯️Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5,1-2.5-8

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.

Palabra de Dios.

Te alabamos Señor 


🌿🕯️🕯️📖🕯️🕯️🌿

Evangelio del día

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 4, 5-15. 19b-26. 39a. 40-42

    Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.

    Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber».

    Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos.

    La samaritana le respondió: « ¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.

    Jesús le respondió:

    «Si conocieras el don de Dios

    y quién es el que te dice:

    "Dame de beber",

    tú misma se lo hubieras pedido,

    y Él te habría dado agua viva».

    «Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?».

    Jesús le respondió:

    «El que beba de esta agua

    tendrá nuevamente sed,

    pero el que beba del agua que Yo le daré,

    nunca más volverá a tener sed.

    El agua que Yo le daré

    se convertirá en él en manantial

    que brotará hasta la Vida eterna».

    «Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla». «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar».

    Jesús le respondió:

    «Créeme, mujer, llega la hora

    en que ni en esta montaña ni en Jerusalén

    ustedes adorarán al Padre.

    Ustedes adoran lo que no conocen;

    nosotros adoramos lo que conocemos,

    porque la salvación viene de los judíos.

    Pero la hora se acerca, y ya ha llegado,

    en que los verdaderos adoradores

    adorarán al Padre en espíritu y en verdad,

    porque esos son los adoradores

    que quiere el Padre.

    Dios es espíritu,

    y los que lo adoran

    deben hacerlo en espíritu y en verdad».

    La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo».

Jesús le respondió: «Soy yo, el que habla contigo».

    Muchos samaritanos de esta ciudad habían creído en Él. Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y Él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en Él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo».

Palabra del Señor.

Te alabamos Señor 


Comentario a Juan 4, 5-15. 19b-26. 39a. 40-42:

   «Si conociéramos el don de Dios y quien es el que nos dice: “Denme de beber”…». Si realmente conociéramos el don que hemos recibido, si verdaderamente conociéramos que «Dios tiene sed de que tengamos sed de Él», cuántas cosas cambiarían en nuestras vidas, cuánto amor tendríamos para dar en nuestro corazón. Se me ocurrió empezar así el audio de hoy, parafraseando las palabras de Jesús a la samaritana, esas palabras a esta mujer privilegiada del relato de Algo del Evangelio de hoy.

   Hoy es uno de esos días en donde los sacerdotes corremos el riesgo de decir muchas cosas y no decir tanto, o querer decir todo y no terminar diciendo nada, o habiendo sido tanto lo que decimos que la gente no se quede con nada, porque es uno de esos evangelios con una gran riqueza, con un gran simbolismo que la Palabra de Dios quiere ayudarnos a que penetre profundamente en nuestro corazón.

   Pero claramente y más allá de miles de detalles, las lecturas de hoy nos orientan a reconocer por donde está nuestra «sed», qué anda buscando nuestra «sed» del alma, por dónde estamos rumbeando para saciar esa «sed» que siempre tenemos. Todos tenemos sed, es inevitable, es parte de nuestra existencia, y la imagen de la sed de cuerpo, esa que tenemos todos los días y que ni nos planteamos, esa que miles de «publicidades» de bebidas quieren saciar a toda costa, nos ayuda a pensar, a reflexionar sobre la «sed» de nuestro espíritu, de nuestra alma, sobre cómo la estamos saciando. Todos tenemos «sed» en el alma, en el corazón. Cada día, utilizando este simbolismo, queremos saciarla con un poco de todo, con el agua, con agua saborizada, con bebidas con gas, con bebidas alcohólicas. Continuamente necesitamos saciar la sed del cuerpo, pero la «sed» del alma muchas veces la saciamos con miles de tentaciones que se nos presentan en el camino y nuestro propio corazón se engaña y acepta esa propuesta que nos hace olvidar que solo podemos saciarnos con Jesús. Lo mismo que le habia pasado  a la samaritana hasta que se encontró con Jesús. Había tenido una vida desordenada.

   ¿Qué hace Jesús ante nuestra sed mal saciada, ante nuestras búsquedas erradas, ante nuestra falta de conocimiento del don de Dios? Lo que hizo con la samaritana, lo que quiere hacer con nosotros en este día, poco a poco, amorosamente y pedagógicamente llevarnos a descubrir el vacío del corazón para encontrar el don de su amor. De la sed del cuerpo, a la sed del alma, eso fue descubriendo esta mujer gracias al amor de Jesús. De ir a cargar un cántaro con agua, a llenar el corazón con el don de un Dios amoroso, de Jesús que siempre está con nosotros al costado del camino, al borde del pozo donde vamos a saciar nuestra sed. De la vaciedad del pecado a la saciedad del amor de Jesús. Todo eso pasó en un día, pasó de todo. «Si conociéramos el don de Dios…», cuánto tiempo dejaríamos de perder, cuánto amor tendríamos para dar.

   Dejemos que hoy Jesús se nos «siente al lado» para conversar, mano a mano, cara a cara, corazón a corazón. ¿Qué bebida estamos tomando? ¿Con qué cosas o personas estamos saciando nuestra «sed» de amor? Yo tengo sed de vos, nos dice Jesús. ¿Vos tenés sed de Mí?

   Aprovechemos este día, este domingo para descansar y dejar que Jesús nos hable al corazón, que no quiere otra cosa que enseñarnos a saciar nuestra sed del alma con la única agua viva que no se acaba y quita la sed para siempre, con don de Dios, con el Espíritu que quiere avivarnos desde adentro. Por eso Jesús nos vuelve a decir: «Si conociéramos el don de Dios y quien es el que nos dice: “Denme de beber”, nosotros mismos se lo hubiéramos pedido, y Él nos habría dado agua viva». Señor, danos siempre de esa agua para que apague nuestra sed.

   Que tengamos un buen domingo y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.


Fuentes: ciudadredonda.org

www.algodelevangelio.org

algodelevangelio@gmail.com

P. Rodrigo Aguilar

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