Juan 14:27: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”
Por las profecías bíblicas sabemos que en los últimos tiempos no habrá paz. Escucharemos de guerras, hambre, terremotos, y ¡pestilencias! Los gobiernos del mundo saben que deben mantener informado al pueblo con noticias que no sean demasiado perturbadoras para evitar el pánico. Pero la “paz” que intentan ofrecer, no produce los resultados de la paz que ofrece Cristo. Por eso Él dice que no la da como el mundo la da.
La paz que da Jesús es permanente.
Observa que Él dijo “os dejo”, “os doy” sin reproche. Es permanente porque viene como resultado de una relación con Dios. Romanos 5:1 dice: “Justificados pues por le fe tenemos paz para con Dios”. Necesitamos primero ser hijos de Dios para luego recibir la paz que viene de esa relación. No podemos saltarnos este paso.
La paz de Jesús nos quita la turbación.
Turbación significa “agitación, perturbación, alborotar, conmover”. Esta turbación desaparece cuando comenzamos a esperar en la salvación de Dios. Dice el Salmo 43:5: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.”
En los últimos tiempos habrá turbación, pero nosotros confiaremos en la soberanía de Dios porque todo está bajo su control. Jesús lo dijo en Marcos 13:7: “Mas cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que suceda así; pero aún no es el fin”.
La paz de Jesús nos quita el miedo.
La palabra “miedo” en griego tiene el sentido de cobardía (deiliao), estar amedrentado, tener terror. La paz de Cristo llena nuestro corazón hasta desalojar el miedo. Lo hace a través del Consolador, el Espíritu Santo que habita en el corazón de los hijos de Dios. 2 Tim. 1:7: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” Nos recuerda que Él nos da poder para hacer lo que naturalmente parece imposible; nos da amor para relacionarnos con Dios y el prójimo, y nos da dominio propio para estar quietos, controlados, y no permitir que nada ni nadie nos quite la paz que nos dio.
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Juan 16:33.
Comentarios
Publicar un comentario